La vacunación contra el coronavirus en América Latina está marcada hoy por los desequilibrios económicos, la cuestionada capacidad de gestión de algunos Gobiernos y las vapuleadas políticas de salud que han agudizado la ya reinante desigualdad entre pobres y ricos y amenazan con dejar sin inmunizar a una parte importante de la población.
Al mirar el continente en su conjunto, la diferencia es profunda entre los casos de Canadá, que puede vacunar cinco veces a su población, y de Estados Unidos, que tiene recursos para hacerlo 1,7 veces, frente a algunas naciones de América Latina que no lograrán cubrir ni a la mitad de sus habitantes con recursos propios.
Así, por ejemplo, del lado de Latinoamérica, que reporta unos 17 millones de contagios y 539.000 decesos por la covid-19, México se ubica a la cabeza en las campañas de inmunización, emprendidas solo hasta el momento por cuatro países.
De este modo, compró a la estadounidense Pfizer 34,4 millones de dosis, de las cuales recibió 439.725 el 12 de enero.
Asimismo, negoció 35 millones de dosis del biológico de la china CanSino y a la británica AstraZeneca le precompró 77,4 millones de unidades.
También, con la alianza Covax, de la Organización Mundial de la Salud (OMS), México tiene comprometidas 34,4 millones de dosis, mientras analiza la adquisición de 24 millones más del compuesto ruso Sputnik V y participa en la fabricación de 210 millones de sustancias que AstraZeneca quiere comercializar en esta parte del mundo.
Un paso hacia adelante también dio Argentina, que aplicó en diciembre el primer lote de 300.000 dosis de la Sputnik V y se alista para recibir igual número la próxima semana, al tiempo que cerró los contratos para adquirir 22,4 millones de suministros de AstraZeneca y nueve millones por medio de Covax.
En el caso de Chile, recibió un lote de 10.000 dosis de Pfizer el 24 de diciembre pasado y posteriormente entregas de 11.700 y 88.725 unidades.
Para avanzar en el proceso, el Gobierno chileno suscribió acuerdos con la firma china Sinovac, AstraZeneca y Janssen, división farmacéutica de la estadounidense Johnson & Johnson.
El cuarto abanderado de la campaña de inmunización latinoamericana es Costa Rica, una nación cuya pobreza fue del 26,2 % en 2020, la cifra más alta desde 1992, pero que sorprendió en medio de la pandemia al comprar tres millones de dosis a Pfizer, de las cuales 54.600 ya están en su territorio.
CARRERA PARA EVITAR CONTAGIOS Y MUERTES
“La lucha contra el coronavirus evidencia la desigualdad estructural que hay en Latinoamérica y que se rige por el poder económico y político, de ahí que los primeros en comenzar a vacunar sean México, Chile y Argentina, y que llame la atención Costa Rica”, dijo a Efe Román Vega, profesor del Instituto de Salud Pública de la Pontificia Universidad Javeriana, de Colombia.
A juicio de este médico cirujano, “actualmente hay un acaparamiento de las vacunas por parte de las naciones ricas con respecto a aquellas de desarrollo medio y las más pobres”.
Esa idea toma fuerza si se analizan los contratos firmados para lograr las coberturas de cada uno de los cuatro países de América Latina que tomaron la delantera en la vacunación, el tiempo en el cual pretenden hacerlo y el inicio del proceso.
En cambio, preocupa la situación del Caribe, principalmente la de Guyana, y de algunas naciones centroamericanas por estar rezagadas en los acercamientos con los fabricantes al no tener dinero.
Sin embargo, como Costa Rica otra excepción a la regla es Cuba, que trabaja a toda marcha para crear sus propias vacunas -en colaboración con Irán-, haciendo gala de su reconocida experiencia biotecnológica.
BRASIL, EL GRAN AUSENTE ENTRE LOS GRANDES
Como “extraño” calificó Vega, integrante del Movimiento para la Salud de los Pueblos, una red global de instituciones académicas y comunitarias, que Brasil, uno de los países con mayor poder adquisitivo en América Latina, todavía no haya aplicado la primera vacuna.
Frente a esto, comentó el experto, “hay que tener en cuenta que se trata de un país federal, con un presidente como Jair Bolsonaro que ha negado la existencia del virus, a pesar de haberlo padecido, y que ahora duda de la eficacia de las vacunas”.
Aunque en Brasil el costo de las vacunas no ha sido un impedimento para comprar, la lucha política sí ha jugado un papel relevante.
Por esta razón, Bolsonaro no se cansa de poner de manifiesto su posición ideológica sesgada que lo ha llevado, incluso, a oponerse a la compra de la CoronaVac, de la empresa china Sinovac Biotech, a pesar de que la nación que dirige es, después de Estados Unidos, la segunda más castigada en América por la enfermedad.
APRENDIZAJE EN MEDIO DE LA PANDEMIA
En 2021 Latinoamérica va a aprender, a regañadientes, que una pandemia como la del coronavirus no se maneja con un solo instrumento como son las vacunas que, si bien van a ayudar a salvar muchas vidas por la eficacia que tienen, no son la última palabra.
En ese sentido, se necesitan medidas económicas, sociales y de salud pública claras y combinadas para poder enfrentar la crisis.
En ese orden de ideas, acciones no farmacéuticas como el lavado de manos, el uso del tapabocas y el distanciamiento social, unidas a la asistencia a los enfermos críticos en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) y los tratamientos paliativos han logrado que en algunos sitios el virus se haya podido controlar.
Por esta razón y dadas las dificultades de América Latina para acceder a las vacunas y al hecho de que en muchos países solo hasta el 2022 se podrá alcanzar una cobertura útil, por arriba del 70 % de la población, las medidas sanitarias tendrán que mantenerse.
Pero, como si la región necesitara un problema más, surge ahora el miedo a vacunarse que se propaga tan rápidamente como el virus, como lo han mostrado los resultados de encuestas en diferentes países.
“A nivel mundial, circulan por redes sociales múltiples mensajes sin sustento científico, que buscan crear temor en la población sobre la vacunación, al decir que la gente no debe vacunarse porque la vacuna puede poner en riesgo la salud de las personas, que incluso pueden morir, lo cual no es cierto”, alertó a Efe el epidemiólogo Carlos Trillos Peña.
Frente a este desafío, el profesor principal de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud de la colombiana Universidad del Rosario consideró fundamental que “todas las personas sean conscientes de la importancia de vacunarse para reducir la mortalidad, las complicaciones y la transmisión viral”.
De este modo, ahondó Trillos, “la confianza debe estar puesta en que las vacunas, si bien se hicieron en tiempo récord, tienen todo el soporte científico que las avala, incluyen avances tecnológicos producto de investigaciones con otras enfermedades y virus similares y están respaldas por ensayos clínicos rigurosos que garantizan su eficacia y seguridad”.
En los próximos meses los retos de América Latina serán superar, en algunos casos, la intrincada geografía de sus regiones; hacer adecuaciones de infraestructura para el almacenamiento y distribución de las vacunas ya que algunas necesitan condiciones de ultra refrigeración y manejo especializado; capacitar el recurso humano y lidiar con las diversas creencias y culturas.
Además, desde ya los latinoamericanos deberán “normalizar” el hecho de que para ganarle la guerra a la covid-19 los Gobiernos tienen que hacer lo suyo y los habitantes, como una muestra de responsabilidad consigo mismos y con la comunidad, poner un granito de arena vacunándose.